sendero
La llevé a una recámara de aquella mansión solitaria, boca con dulce de sandía. Era tarde para arrepentirse, mis manos subían llenándome de tul y seda. Los labios de ella iban y venían por mi cuello olfateando el mejor latido.

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La llevé a una recámara de aquella mansión solitaria, boca con dulce de sandía. Era tarde para arrepentirse, mis manos subían llenándome de tul y seda. Los labios de ella iban y venían por mi cuello olfateando el mejor latido.