Sendero
— ¿No has visto mi libro, donde aparece mi cuento?
—No se. Sé de mis cosas, de las tuyas solo puedes saberlo tú, me contestó molesta mi mujer.
—Hace una semana lo dejé sobre mi escritorio. Debiste verlo cuando hiciste la limpieza.
—Recuerda que la limpieza la hizo la muchacha que viene cada ocho días. Mañana, vendrá. Pregúntale a ella.
Guardé silencio, mientras ella trabajaba haciendo artículos navideños que entregaría a sus pupilos. El brillo del metal me atraía, así que tomé las tijeras y… en el instante que iba a levantar el brazo, escuché su voz.
—¿Verdad que me odias?
—¡Cómo crees! Simplemente me perturba no encontrar mi libro.
dándole las tijeras, le dije: estaban escondidas entre la tela y seguro las vas a necesitar. Abrí la puerta del jardín y respiré profundo.
