Sendero
Entre aromas de comida rápida, luces intensas, ella camina al son de la cumbia. Calza un vestido flojo, que no esconde la sinuosidad de su cuerpo. Lo sabe, y sonríe. Espera a un macho, un macho alfa, de una sola pieza. A ella le excitan esos varones. Se deja conducir. Es el encuentro de la arcada y la pera madura. Él, no esconde su deseo y lo expresa ¡Qué buena estás morena!, ¡será tu noche! No se equivocó, él es intenso, brutal. Vive para satisfacerse y después se enciende de odio y mata con saña. —Aun sabiendo eso—, … Sí. Me preparé para tal, jamás imaginó que lo sometiera. Lo dejé con vida y en su soledad. Por la madrugada, el alfa se levantó a orinar. No encontró su apéndice, por más que hurgó en el bóxer y tuvo que sentarse en el W.C. Imagínate un macho castrado que se acuesta como varon y se despierta como mujer. Mueve la cabeza: «esto es una pesadilla” pero el tiempo le dice que no, que es una mujercita, con pechos erectos. ¿Te apetece que grite de furia y se desquite con todo lo que está a su paso lector? Tiene dos opciones: matarse o aceptar lo que ya es, generalmente pasa lo segundo y al tiempo algunas se convierten en lesbianas, otras, transforman y subliman su realidad y las encuentras como excelentes muchachas que disfrutan del retozo y que luchan por conseguir un trato igual al de los varones. Defienden lo que antes tanto asco y odio les causaba.
