Sendero
Marchan los borrachos dando traspiés. Van de dos en dos. El más sobrio lleva la garrafa de caña. Liban en un solar baldío donde hay un árbol de naranja agria que los provee de sombra y de fruto. El final es una calca de otros ayeres, quedan dormidos. Hay uno en pie. Es un perro callejero que siempre los acompaña y le convidan de lo que comen y beben. El perro adicto olisquea sus manos y lame sus bocas para recoger la caña que ha quedado en sus barbas. Ellos acarician la testa del can y sueñan con la mujer, que cambiaron por una botella de ron.
