Sendero
La copa de oro se retraía por el sol, pero crecían sus retoños al salir la luna. Se propuso cubrir con sus raicillas la red de púas de alambre. Una lucha tenaz contra el ardiente verano y al mes levantaba sus hojas de verde intenso y flores amarillo fuego que se mecían con la brisa de la tarde. Y yo me quejaba porque el maestro me exigía.
