T
al como la concibió Walter Benjamin, la narración no se agota 1
.
Mantiene sus fuerzas acumuladas, como una semilla, y es capaz de
desplegarse durante mucho tiempo. La narración oral, es decir la experiencia
transmitida de boca en boca, es una fuente de la que se han servido todos los
narradores ; y los grandes escritores son aquellos que se han mantenido en
sus textos, cercanos al contar de los numerosos narradores anónimos. En el
auténtico arte de narrar se produce la vieja coordinación artesanal de alma,
ojo y mano. La narración, sumerge los hechos en la vida del comunicante
para luego poder recuperarlos. Por eso, las huellas del narrador quedan
adheridas a la narración, como las del alfarero a la supericie de su vasija de
barro.
Encorvados sobre las pequeñas letras escritas, los talmudistas generaron,
sin escribirla, una narración superpuesta a la narración bíblica. Así los
imaginó Tamara Kamenszain, dibujando alrededor del texto una iligrana
de referencias para enmarcarlo. Apoyados en un texto que era de todos y
de nadie, transmitieron el fruto de sus lecturas en forma oral, protegiendo
y conservando el sentido. Si los talmudistas o las mujeres trabajan en el
ala oscura de la casa, paradójicamente, sólo su práctica anónima tamiza la
materia que hará posible la escritura.
Podría decirse que en su recorrido de la tradición popular, la escritora
argentina Ana María Shua repite el gesto de los artesanos talmudistas que
escriben y vuelven a escribir el único texto posible: el texto de la tradición. Y
como en el trabajo del alfarero, podemos encontrar sus huellas :
Lo que tiene de particular [Este cuento] es su completa
falta de moraleja. No parece haber ninguna razón en particular
para que esa pobre mujer haya tenido que pasar por semejante
susto. Por eso me pareció muy injusto el inal original, en el
que la mujer piensa que se trata de un aviso del cielo por sus
pecados y reza con el corazón arrepentido. Seguro que fue un
error de ese demonio tonto. Y como ahora lo estoy contando
yo, lo puedo terminar como se me dé la gana (Shua, 1994
b:113).
Shua se vincula, y vincula al menos un aspecto importante de su poética,
con las formas orales. Construye así un espacio en el que sus propios textos
de icción pueden circular. De alguna manera, todas sus intervenciones
- Estos conceptos son propuestos por Walter Benjanmin en «El narrador», en Para una
crítica de la violencia y otros ensayos. Madrid, Taurus, 2001.
ana maría shua: las felicidades de la repetición
373
paratextuales se orientan en este sentido: conectarse con un aspecto actual,
utilizable y vivo de tradición, desde el cual espera que sus propios textos sean
leídos.
Sin perder de vista las distancias, considero que este gesto continuo de poner
en diálogo dos tradiciones antagónicas (la letrada y la popular) en sus obras
parece suscribir a una tradición muy fuerte dentro de la literatura argentina
vinculada sobre todo al nombre de Borges. Borges funda una tradición de
re – escritores a partir de las sucesivas elaboraciones y la persistencia en su
literatura de ciertas hipótesis sobre la repetición. En el ensayo «Kafka y sus
precursores», Borges sostiene que todo gran escritor resigniica la tradición,
la reescribe, creando una manera particular de leerla, proponiendo su propio
canon.
En el caso de Shua, la autora parece estar leyendo siempre las mismas
páginas, buscando, de alguna manera, renovar la eicacia de ciertas
modalidades narrativas cuyo antiguo sentido las vinculaba con la enseñanza,
es decir con la capacidad de tener y transmitir experiencias. No hay pueblo
para el que ciertos elementos del pasado, sean históricos o míticos, o una
mezcla de ambos, no pasen a ser una enseñanza canónica, compartida,
necesitada de consenso. Cada pueblo tiene su halakhah 2
, su camino por
donde marchar, ese conjunto de relatos y creencias que le dan a un pueblo
algún sentido de identidad y de destino. En todos los casos, quien narra es
alguien que tiene consejos para el que escucha. Shua busca la sabiduría en la
literatura, en los modos en que los pueblos se narran a sí mismos.
La imaginación, actualmente expulsada del conocimiento como «irreal»,
formó parte de las experiencias humanas dignas de ser transmitidas durante
mucho tiempo. Cada relato o cada refrán eran la partícula de impureza en
torno a la cual, en la voz de un narrador, la experiencia colectiva condensaba,
como una perla, su propia autoridad. En una época «pobre en experiencias»,
tal como la diagnosticó Walter Benjamin, esta escritora recupera formas
de raíz oral vinculadas a la enseñanza y la transmisión, leyéndolas en un
contexto muy diferente al contexto cultural o religioso en el que los textos
fueron concebidos. Las fábulas, los apólogos, los refranes, las adivinanzas,
las parábolas, los bestiarios y los cuentos maravillosos aparecen no sólo en
sus antologías sino releídos en una clave que la autora conoce muy bien: la
clave de lo mínimo. - Del hebreo halakh. Signiica marchar. Halakhah se traduce como Ley. Sería el conjunto
de ritos y creencias que le dan sentido a la vida del pueblo judío. Yosef Yerushalmi, «Relexiones
sobre el olvido», en Usos del olvido. Buenos Aires, Nueva Visión, 1989.
bulletin hispanique
374
microrrelatos
Microcuento, minicuento, cuento brevísimo, microrrelato, icción
súbita, son algunos de los nombres que intentan dar cuenta de los rasgos
fundamentales de estas formas narrativas breves donde cada palabra es
un cuento. Narraciones «bonsái» (como se las llama), su extensión oscila
entre una línea (como el famoso «Dinosaurio» del guatemalteco Augusto
Monterroso) y una página. Cultivado con fruición por Ana María Shua, este
género apretado y tenso rehuye las clasiicaciones debido a los numerosos
casos «marginales» y a la presencia constante de los cruces genéricos. Ligado a
la actitud lúdica de la vanguardia y a los devaneos de lo efímero posmoderno,
recorrido por la ironía, el sarcasmo y el humor, el microrrelato tensa el arco
de la reescritura :
Sapo y princesa I
Si una princesa besa a un sapo y el sapo no se transforma
en príncipe, no nos apresuremos a descartar al sapo. Los
príncipes encantados son raros, pero tampoco abundan las
auténticas princesas (Shua, 1992:87).
Con sólo un siglo de antigüedad, este género parece tener la capacidad de
suscitar la inlexión personal de historias que pueden ser antiguas y conocidas,
o haber caído en el olvido. Mantiene contactos con la tradición literaria
canónica, no sólo porque se sirve de ese material, sino también porque sus
cultores se han ocupado de construirle un linaje de prestigio. Pero, al mismo
tiempo, el microrrelato sostiene su actitud iconoclasta original incorporando
una cantidad de elementos del discurso oral, del humor, y todo tipo de
materiales provenientes de las tradiciones populares o de los medios masivos
de comunicación.
Rhonda Dahl Buchanan, lectora atenta y estudiosa de la obra de Shua,
señala una ainidad natural entre la microicción y los antiguos géneros
populares, ya que ambos intentan expresar la naturaleza de un mundo y
sus habitantes con economía de expresión, ritmo interno y repeticiones
dedicadas a deleitar a los oyentes. Por esto, no resulta una coincidencia que
los mitos y las fábulas sean algunas de las fuentes principales que utilizan los
escritores de microicción.
Los relatos populares, más allá de las diferencias locales, manejan un
lenguaje universal que les permite emigrar sin problemas de una zona a
otra del planeta. Esta característica, sumada a su carácter arquetípico puede
explicar su éxito en las culturas más diferentes. Shua, y muchos otros autores
ana maría shua: las felicidades de la repetición
375
de microicción, suelen apelar con frecuencia a distintos textos que forman
parte de la cultura universal. Se apropian de relatos cristalizados para darles
una nueva forma o para imprimir sobre su curso conocido todo tipo de
desviaciones narrativas. El universo del microrrelato, al que su economía
verbal le impide desarrollar un conlicto o extenderse en la descripción de
situaciones y personajes, se nutre del imaginario colectivo para enriquecerse
sin poner un pie más allá de su mínimo reino :
Cenicienta I
A las doce en punto pierde en la escalinata del palacio su
zapatito de cristal. Pasa la noche en inquieta duermevela y
retoma por la mañana sus fatigosos quehaceres mientras
espera a los enviados reales. (Príncipe fetichista, espera vana.)
(Shua, 1992:74).
La mano que recorta y traspasa fragmentos de un lugar a otro ejerce un
acto autorial. Como el narrador de Benjamin, toma de la cantera universal los
materiales que necesita y los sumerge en su propia experiencia del universo,
agregando sus huellas, creando un nuevo relato. Es un gesto de autor en la
medida en que obliga al lector a encontrar ese plus de sentido que le otorga
al relato la «mano» de cada hacedor, y al mismo tiempo la irma se estampa
sobre los pliegues de un material usado, repetido.
A pesar de haber sido considerado como un bonsái de la literatura, el
microrrelato es una especie narrativa válida porque «la leemos como una
narración plenamente satisfactoria y no como fragmento, anécdota, apunte
o alusión» (David Lagmanovich, 1999: 27). La brevedad vuelve referenciales
a muchos de estos textos ya que, para su construcción, se apoyan en una
historia lo bastante difundida dentro de la cultura de tal modo que no haya
necesidad de contarla. Los textos o los géneros aludidos funcionan así como
una especie de marco que ayuda a completar el sentido del texto.
Esta estrategia, que en muchos casos se transforma en una especie de
virtuosismo intertextual, releja el bagaje cultural del autor (y también de los
lectores) implicando casi siempre una experiencia placentera. Si seguimos
el ensayo de Freud sobre El chiste y su relación con lo inconsciente (1905), el
placer de lo conocido, tiene que ver con el ahorro de gasto psíquico. Como si
las distintas formas de la repetición nos permitieran aliviarnos de las cadenas
y los esfuerzos de la razón, y abandonarnos por un momento al juego y al
disfrute.
Las propuestas del ensayo sobre el chiste pueden completarse a partir de
un breve artículo «Resistencias al psicoanálisis» (1925) donde Freud recuerda
bulletin hispanique
376
que «lo nuevo» al destronar a lo «antiguo» parece estar poniendo en peligro
constantemente una valiosa estabilidad. Lo nuevo produce un malestar a
causa del desgaste que le ocasiona a la vida psíquica y a la incertidumbre
llevada hasta el extremo de la expectativa ansiosa que siempre lo acompaña.
El sueño es un reposo. Permanecer en contacto con las cosas y con los
hombres, no ver sino lo que es y no pensar sino lo que se tiene, exige un
constante esfuerzo de tensión intelectual. Este esfuerzo es el buen sentido.
Es trabajo. Pero desprenderse de las cosas y continuar percibiendo imágenes,
romper con la lógica y seguir coordinando ideas, nos habla del reposo. El
absurdo cómico da la impresión de un juego de ideas. Nuestro primer impulso
es asociarnos a ese juego. Esto nos descansa de la fatiga de pensar 3
.
117
¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!,
repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad
a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita
el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de
la mesana!, grita el capitán. ¡El palo de la mesana!, repite el
segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros
corremos de un lado a otro de la cubierta desconcertados. Si
no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique
sin remedio (1984a:56-57).
En el episodio de la magdalena, Proust describe magistralmente la sensación
de bienestar y la emoción profunda que le provoca el reencuentro inesperado
con los sabores de su infancia. Si bien es cierto que nunca recuperaremos
nuestro pasado, aun cuando ya nada subsiste de él, aquellas sensaciones u
objetos que nos entregan «la ilusión del tiempo recobrado» tienen un lugar
especial en nuestro corazón porque nos proporcionan un estallido de sentido
y permanencia.
El humor, recurre a esta posibilidad de la cita y el reconocimiento. En su
ensayo El chiste y su relación con lo inconsciente, Freud analiza el humor como
un género rebelde, donde se produce el triunfo del yo, y el principio del placer
se impone sobre la adversidad de las circunstancias reales. Encontramos que
aun sometidos a situaciones de peligro extremo las personas buscamos la
risa como un modo de resistencia y de airmación de la propia condición
humana 4
. Sobrevivimos como podemos. Y reímos cuando podemos. La risa - Al de su libro sobre la risa, Henry Bergson asocia la risa al descanso que permite al sujeto
relajarse de la tensión intelectual que le provoca permanecer en contacto con las cosas y los
hombres. La risa. Valencia, Prometeo, 1904. - Rudy y Eliahu Toker se han dedicado a recopilar ejemplos de humor anónimo creado
ana maría shua: las felicidades de la repetición
377
puede ser un arma corrosiva si se dirige a las personas o a las costumbres,
pero siempre necesita un eco: «Nuestra risa es siempre la risa de un grupo».
(Bergson, 1904: 16).
Jugar con el sentido de expresiones o palabras es una práctica extendida
entre los cultores de la icción breve. Esta manipulación del sentido,
acompañada de méritos formales, nos recuerda al mecanismo esencial del
chiste. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que a pesar de que la
microicción coincide en los rasgos de brevedad y doble sentido del chiste,
implica sin embargo una tarea intelectual que desborda las funciones de este
último 5
. Si pensamos en la icción breve de Shua, notamos que sus textos no
generan la carcajada. No hay una percepción feliz de la condición humana.
Aunque despliegan una actitud lúdica y conservan del gesto humorístico
el sedimento de rebelión y el efecto placentero, al mismo tiempo los textos
hiperbreves desordenan nuestra visión del mundo, nuestros modos de leer, y
su actitud crítica nos mantiene alertas.
Dentro de la tradición de los repetidores, desde la que leo a Shua, la cita
como modo de relacionarse con la palabra ajena se convierte en un arte.
En un sentido, el narrador funciona como un intermediario que recupera
la experiencia y los sueños colectivos «de la tribu». Su forma de trabajo está
indisolublemente unida a una biblioteca y a distintas tradiciones. Los textos
son un mapa, donde el reconocimiento de las señales produce en el lector
que acompaña, el suave bienestar de lo conocido.
Al leer estos textos podemos reconocer sus fuentes, recordarlas, reconstruir
a partir de un sistema de alusiones y citas, sus versiones de la cultura. Si
bien los microrrelatos de Shua son contemporáneos, muchos de ellos suenan
anacrónicos porque sus materiales provienen de épocas muy distantes y el
lenguaje se transforma para recuperarlos. Rodolfo Fogwill proporciona una
clave cuando respecto de Casa de geishas escribe:
…una de las reglas secretas del género es la proscripción de
todo guiño a la contemporaneidad de los lectores: las piezas
parecen más eicaces cuanto mejor simulan haber sido creadas
como gesto de resistencia en situaciones de peligro y violencia. El humor es leído como un
acto de rebeldía y de airmación de la propia condición humana. Odiar es pertenecer. 2003.
Norma: Buenos Aires. - «Pero la eicacia del chiste descansa en un ahorro del trabajo intelectual por parte del
oyente, mientras que esta escritura supone el desnudamiento de escondidas analogías y el
desarrollo de una tarea intelectual que desborda las funciones del chiste». Laura Pollastri, «El
insidioso espacio de la letra: Juan José Arreola y el relato breve en Hispanoamérica» en Revista
Interamericana de Bibliografía, Vol. xlvi, N° 1-4, 1996.
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378
desde la eternidad del sueño y de sus realizaciones universales:
la religión, el mito y los acervos literarios que funcionan como
mitos 6
.
La relación entre reconocimiento y recuerdo es muy estrecha, así el
acto de recordar estos textos antiguos (tal vez olvidados, tal vez ligados a
la infancia del sujeto y de la cultura) produce en sí mismo una sensación
de placer. Si lo vivido se hunde en el lenguaje, como las ciudades muertas
en la tierra, los relatos nos permiten recuperar las capas de nuestro pasado
perdido. Mientras nuestro yo despierto, habitual y cotidiano se mezcla con
el acontecer de las cosas, nuestro yo profundo descansa en otro sitio, y sólo
aquello que produce un estallido en él, le otorga al recuerdo sus fotografías
indestructibles7
.
Muy pocas veces tenemos la oportunidad de leer los borradores de los libros
que amamos, y resulta prácticamente imposible alcanzar sus fuentes. El libro
terminado anula los otros libros posibles. Creo que un rasgo compositivo
que fascina en la microicción es esta posibilidad de la incompletud. Al estar
armados con lo que no dicen, nos entregan una inagotable cantidad de relatos
hipotéticos posibles. Salirse del espacio acotado por el relato tradicional tiene
que ver con la posibilidad de introducir ininitas interpolaciones en lo que
ya ha sido.
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Referencia electrónica
Denise León, « Ana María Shua », Bulletin hispanique [En línea], 110-1 | 2008, documento 13, Publicado
el 01 junio 2011, consultado el 20 abril 2019. URL : http://journals.openedition.org/
bulletinhispanique/677 ; DOI : 10.4000/bulletinhispanique.677