SENDERO
lo arrasó un sueño profundo. Masticó un chicle imaginario y roncó. Sabía que al despertar tendría la respuesta a la duda del hombre. La sombra soltó el primer garrotazo. El agua fría en la cara lo devolvió y más el tono de la voz. “¡Levántate bueno para nada, deja de soñar y ayuda, ¡qué la casa se cae”!
