Sendero
Regresaba poco después de las diez de la noche, la tía y las primas dormían. Con cuidado metías la llave en la cerradura . No prendías la luz e ibas como ciego hasta llegar a tu recámara. “Claro que tenía que hacer todo eso. Comprende que uno de arrimado es siempre arrimado”. Me miro y allí estoy quitándome la ropa, acomodándola para que no se arrugue. “¡Chamacas no ensucien tanta ropa, que la señora que plancha no vendrá en un mes!”
Por tu ventana se filtraba la luz de la luna que aluzaba la sábana blanca de lino que el tío había pasado de contrabando. > Terminada la faena, vas al baño y orinas con un chorro grueso, caliente y bajas la palanca con fuerza y escuchas los hipos violentos del wc. Yo sonreía, pues el ruido del sanitario nadie lo puede evitar, con el agua se iban mis tensiones y regresaba enfundado en el pijama dispuesto a dormir con una sonrisa.
