Sendero
Salió al jardín, contemplo la claridad de los árboles. Pasaban de las tres de la mañana y era el tercer día que no podía dormir. Había tomado de todo, desde remedios caseros hasta las grageas del homeópata. Cuando los bostezos llegaban, se tiraba a la cama y el sueño desaparecía. Por la ansiedad sacó del cajón una pistola que parecía de juguete y se voló la tapa de los sesos. Abrió los ojos y a través del cristal del ataúd observaba a una araña que se columpiaba
