Sendero
Le comunicó al administrador del circo de pulgas, que era el mismo demonio, y su padre también. Sin temblarle la voz le reclamó que estaba harto de ser la pulga trapecista y que era la última vez que lo vería en el trapecio. Sin esperar respuesta se fue brincando con un libro de ecuaciones de dos incógnitas bajo el brazo. Desde entonces se le conoce como la pulga negra de la familia.

Si prefería las matemáticas, entonces esa pulguita era bastante inteligente, amigo Rubén…muy original tu prosa. Te invito a leer mi reciente poema: MITIGA ESTE PESAR. Un abrazo grande.
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Ese es un problema social, a fuerza los padres quieren que sus hijos continúen con el oficio de ellos. Gracias por comentar. Abrazo grande.
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