Sendero
Llegaba sofocado por la tristeza. Sus grandes orejas cayeron cuando se arrodilló.
El sonido de los tambores agitaron a la manada. Sus padres fueron baleados. Los encontró sin vida, sin colmillos.
El pequeño elefante dobló la testa, y sus pulsos se hicieron lentos. Al caer por el suelo escuchó la voz de una flor.
—¡No me aplaste!, por favor, recién nací. ¡Quiero vivir!, no me aplaste
El Elefante abrió los ojos, se levantó, y fue en busca de la manada.
