De Rubén García García
Lo tildan de mal amigo los compañeros. Es pescador desde hace dos años la vida lo arponeo. Primero perdió un hijo que emigró y fue abandonado en el desierto. Lo reconoció por un tatuaje. Meses después murió su esposa. Él, su soledad y su litro de caña. Una tarde atrapó con la red a una sirenita. Nada decía, pero imploraba con su mirada y la devolvió al mar. Desde ese día la pesca fue generosa. El cree que no es la suerte sino que es ella y su familia quienes dirigen la barca, siempre llega donde hay y regresa con abundante pesca. Ayer encontró dos perlas grises. Los demás pescadores le piden y algunos exigen que les diga su secreto. Él prefiere callar. Mañana será un buen día. No saldrá a pescar. Le han invitado mar adentro y les llevará unos presentes.
