José Manuel Ortiz Soto
Era costumbre entre los animales de aquel club pasarse las horas jugueteando. A nadie sorprendía que en cuanto el camaleón cornudo parpadeaba, el pájaro correcaminos cambiaba el tapiz del fondo, para obligarlo a mudar nuevamente de color. O que el guacamayo insistiera que el
sapo era en realidad un príncipe encantado.
Aquella tarde, el perro xoloitzcuintle dirigió su juego en contra del gato doméstico mexicano,
que dormía plácidamente en el respaldo de un sillón.
— ¿Entonces? ¿Quién le pone el cascabel al gato? — dijo, modulando el ladrido.
Todos rieron ante la ocurrencia del perro. Menos la víbora —de reciente ingreso al club —, que
se enroscó y sacó la lengua, a la espera del valiente que le habría de quitar el cascabel de su cola.
Nota: se trata de un grupo de animales —todos mexicanos o latinoamericanos — que se reúnen y
pasan la tarde jugándose bromas los unos a los otros. El dicho mexicano “¿Quién le pone el cascabel al gato?” significa quién es el atrevido que hará algo osado, quién es el valiente, etc.
