El último texto del libro virtual que deje a propósito como reconocimiento a la coordinadora y participante del libro.
El mundo
Según la tradición, Dios vivía en el bosque y gustaba de acoger a los peregrinos, ofrecerles alojamiento y regar sus viandas con los vinos mejores, por lo cual mereció fama de magnificente. Mucho
después el Demonio –que vivía en el desierto– quiso imitarlo y construyó un hogar más grande, de camas blandas y los banquetes más profusos, pero aún así nadie hablaba de él con tanta
admiración como de Dios; por eso, siendo joven e impulsivo, decidió ir en su búsqueda y matarlo.
Cuando llegó a la casa de Dios, se encontró con un anciano encorvado paseando en el jardín, que lo escuchó con tanta paciencia que el Demonio le confió sus angustias y planes. El anciano le aconsejó lo que debía hacer: acudir una noche sin luna al claro en el centro del bosque, donde habría de encontrar a Dios sin defensa. El Demonio, haciendo así, se armó con su puñal de oro y llegado al lugar encontró al anciano sentado sobre una piedra lisa, contemplando los astros. Entonces, comprendiéndolo todo, cayó a sus pies e imploró perdón.
–Eres joven –le dijo Dios, acariciándole la cabeza. –Y yo estoy viejo y cansado, pero joven como tú quisiera volver a ser. Entonces Dios le propuso intercambiar sus moradas. Y aquí termina la historia; no sabemos qué pasó después. Algunos creen que Dios sigue en el bosque, y otros afirman que esa noche se marchó al desierto. Pero lo que de verdad nos preocupa es ser incapaces de distinguir la diferencia.

Adriana Azucena Rodríguez: He terminado el Microdecamerón.