Rubén García García
Así, calladito, calladito… ¡se ve tan bien!, nada de sombrerazos o alharacas. De esa manera hay que enfrentar a la muerte, como si fuese una vieja amiga, o una esposa a quien se le dice que sí, porque es el día de compra. Calmado. Ya vendrá cada año a festejar. Seguro que tendrá sus viandas de mole, su cerveza oscura y hasta es posible le ofrenden ese ron blanco añejo que tanto disfrutó. Claro que podría no suceder, si su esposa decide continuar la relación virtual y viajar a una costa en el Pacífico para hacerla real, donde los festejos hacía los difuntos son diferentes. No se altere, es poco probable, pero posible.