YA NO deja de llorar cuando la abrazas, no come y bebe mucho, y suelta unos eructos que suenan como si se le estuvieran acabando las pilas. La muñeca está rota y ya no sirve. Yo miento y digo que no me he divertido con ella más de la cuenta. Nadie puede demostrar que intenté ahogarla en la bañera, o que le retuerzo los bracitos cuando me aburro. Y a nadie le importa. Estamos casados y la muñeca es mía.
