Rubén García García
En las noches de frío intenso te hacías bolita y tus pies se calentaban entre los míos; mi pierna derecha cubría tu redondez con fiebre y olor a canela. Ayer, dijiste que me apropié de la frazada y en la madrugada te despertaste. Vi en el reclamo de tus ojos una luz de enojo con regusto a quina. Dejamos de abrazarnos y había en la cama lejanía; cada uno comenzó a abrigarse con su propio cobijo de lana. En la noche, el frío regó cristales de sal en la casa.
No puedes conciliar el sueño, porque tu cuerpo no responde al acomodo; yo me cubro hasta la cabeza y, aunque mis ojos permanecen abiertos, solo veo una profunda oscuridad –fría como la menta– Afuera el viento ulula.