Por Rubén García García
El político prominente cuando iba por su vehículo tuvo que detenerse a que terminara de pasar el desfile de los paquidermos. Furioso, jaló con violencia el rabo de una elefanta. Ella lo azotó, y descargó su intestino sobre el cuerpo sin vida. La enjuiciaron hallándola culpable. Seis años después la liberaron. Fue sinónimo de buena suerte y su figura llenaba anuncios espectaculares. El buen gobierno perdió las elecciones y el opositor la adaptó como imagen del cambio.
