Por Rubén García García
- Rehaciendo un chiste
Eran las seis de la mañana cuando la madre superiora salía de su dormitorio. Monjas y novicias le hacían reverencia al cruzarse en los pasillos del convento. Las de más confianza la detenían y la interrogaban acerca de su descanso y ya para retirarse se despedían con un “ me saluda al padre Ramón” Recordó que en quince minutos estaría con él en el confesionario y la referencia a él, lo atribuyó a este hecho.
Después de haberse confesado el padre le pidió que se acercara y discretamente le dio un pequeño bulto que se sacó de entre la sotana y le dice:
Ahora me da mis sandalias y aquí tiene las suyas.
