De Rubén García García
Caronte no tenía problemas con las almas, sólo lo había si no le pagabas. Tampoco las aceptaba si éstas provenían de un cuerpo colmado de virus. En la entrada al inframundo custodiaba la puerta Cancerbero, un monstruo con tres cabezas de perro, que poseía olfato para escrutar aromas virulentos. Si lo distinguía, ipso facto, los situaba en cuarentena*. Caronte sabía de tamañas cualidades.
En este dato se basó Dominique Grandjean de la Escuela Nacional de Veterinaria de Alfort de Francia para entrenar perros, que sale más económico y rápido que estar haciendo pruebas en las terminales por un personal altamente capacitado**.

- La cuarentena posiblemente consistía en vagar por la rivera del río Aquaronte, junto con las almas que no pagaban.
**Tomado de la prensa nacional