de Christian Uribe
El pequeño Lucas sopló las velas de su pastel de cumpleaños. Sus padres, en un intento por facilitar un poco los asuntos del destino, le preguntaron a su hijo qué pediría. El niño los miró en silencio, seguro de no querer compartir su secreto, los besó en la mejilla, y les recordó que los deseos no se cuentan. Lucas se fue a dormir y soñó. Soñó que tenía cabello largo y lumínico, de un color rosa espectacular como el de Pinki Pie, su pony favorita. Mientras batía sus alas transparentes, los pies dejaron de tocar el suelo. Volaba. Se sentía libre y feliz, esplendorosa. Por primera vez, era una ella, perfecta y bonita; y no un él, un Lucas incompleto. Al día siguiente despertó, tenía la sonrisa alegre; con los brazos extendidos por el efecto de pájaro nocturno llegó y entró a la cocina, donde desayunaban sus padres; sirvió cereal en un tazón, y les dijo satisfecho que su deseo se había cumplido. Ellos se miraron extrañados, sabían que lo único que Lucas había hecho la noche anterior fue irse a la cama. Sorbieron café para apaciguar la inquietud paternal, y le preguntaron a su hijo cuál había sido el tan anhelado
deseo cumplido. Lucas respondió a la mitad de un bocado de Froot Loops: “deseaba volar”.
Christian Uribe (Cuernavaca, Morelos, 1983).
Egresada de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay.
Creadora emergente en el Programa de Estímulo a la
Minificciones alternas
Creación y al Desarrollo Artístico en el año 2018. Soñadora entusiasta y tejedora de palabras empedernida