de Leodan Morales
No creía en nada. Mi amor desterrado a los abismos de la normalidad. Mi cuerpo, subyugado, esclavo de la norma del deber ser, existiendo sólo para cumplir los planes de la sociedad. Aterrado, aterrada. Tiemblo como un animal indefenso perdido en las entrañas de una cueva desconocida; me llegan ecos de gritos a cada paso: “¡No! ¡No! ¡No!”. No es normal. Es un error. Se trata sólo de una fase. Mientras más gritan, más me oculto en lo profundo de la cueva, mi cueva desconocida. Se oyen gotas que caen a lo lejos, se escuchan torturas que vienen de cualquier destino, y de pronto, un susurro. “¿A qué sabe un beso?”, a beso, “¿A qué sabe un beso?”, a beso, “¿A qué sabe un beso?”, a beso, respondo nuevamente. Unos labios se posan sobre los míos. Al primer contacto, me muestro temeroso; luego, tras esa sensación de labios, me doy cuenta: un beso no es heterosexual; no sabe a homosexualidad; no sabe a lesbianismo; no es bisexual; no es travesti; no es transexual; no es transgénero. Un beso es un beso. Un beso, fue el primer paso para enfrentar a la cueva desconocida, para callar a los ecos resonantes, para dejar atrás la normalidad. Un beso.
Leodan Morales (Coacoaco, Ilamatlán, Veracruz, 1990). Actual integrante del círculo literario “Luz y palabra”. Ha presentado su obra poética en náhuatl en la FIL del Zócalo, así como en la Revista de la Universidad.
