—Regálame un peso para mi comida —me dice el hombre que por las noches duerme en la banca del parque. Un peso, aunque sé que me está pidiendo la cuota y me golpeará si no le doy lo que gané limpiando parabrisas. Le doy cien pesos y drogas; sé que se narcotizará porque esta semana su adicción empeoró. Recibe mi capital con la mano izquierda, el zurdo se inyecta heroína esa misma noche y se aprieta el corazón antes de fallecer. Diría que tengo remordimientos, pero sería mentira porque ahora duermo en su lugar, no en el piso, y aunque recojo la cuota de los otros, jamás los golpeo.

del minidecameron de Paola Tena