Escucharon golpes dentro del ataúd de madera. La familia abrió el féretro con la esperanza de que la niña estuviera viva, pero su corazón seguía sin latidos, su piel estaba pálida y sus brazos rígidos sostenían una muñeca antigua. La madre se abalanzó sobre la pequeña y tuvieron que sacarla forcejeando, pero estuvieron atentos porque también ellos habían escuchado sonidos dentro de la caja, aunque al final la cerraron. Oraron con devoción, los ojos cerrados, las manos al cielo y dejaron olvidada a la muñeca en el piso, que se escapó de ser enterrada junto con la muerta.

Del Microdecamerón Edic. Paola Tena