El viento movía las ramas y la tarde despedía al bochorno.
Bajo el árbol de caimito esperé el ocaso.
Las ramas parecían brazos caídos.
Se cerraba el día.
Me imaginé al sol con su sombrero hasta las orejas.
la luna de cobre y en su ombligo el conejo agazapado.
Las ramas iban y venían al son del viento.
Yo, me entregaba al bing bang de la mecedora,
la misma que me conoció el trasero de niño.
Mañana lloverá. me dijo el grillo,
así es, dijo la chicharra apretando sus alas.
A un costado, pegados a la cerca, los galanes tenían su fiesta;
y cada vez que abría la flor,
se escuchaba la gritería de:otro, otro otro…
.mañana lloverá suave y sin rencor.