Chuang-Tzu abrió los ojos, ahuyentó a la mariposa con la brisa de su mano y dijo: «Este viejo sauz, encorvado y torcido, no debe ser juzgado por su madera, sino por la sombra que ha brindado».Después bostezó y volvió a su sueño de lepidóptero.
Antologia. ficciones argentinas. selección de clara Obligado.