También como Ulises escuché cantar a las sirenas.
Él, el gran capitán;
yo, esclavo remero de la nave.
Él pidió a sus hombres que lo ataran, yo desobedecí la orden de tapiarme los oídos con cera.
A los dos nos hipnotizó el canto de las sirenas.
Así,mientras él imploraba;
Yo remaba hacía su canto.
Él siguió vivo, cada vez más cerca de Itaca.
Tres días floté en el mar, sin cadenas, orlado de espuma y entregado a la delicia de sus voces.