Un escritor puede escribir lo que le de la gana siempre que sea capaz de hacerlo creer.
O sea tenemos los temas del mundo que son infinitos. El problema reside en la segunda parte “hacerlos creer”
Para llegar a esta segunda parte se requiere oficio y para lograrlo hay que leer, leer, analizar el cómo lo hizo el escritor y escribir y escribir, tallerear, escribir, dejar que el producto se añeje y luego volver a leer y leer y volverlo a escribir. Si quién me lee es un Cortázar, un Rulfo, seguro que lo hará en mucho menos tiempo.
Nosotros los de por acá, que somos muchos, tenemos que sudar el calzón por estar tanto tiempo “culiatornillados” como bien diría el maestro Renato Leduc.
Si es de culo ansioso y no le gusta leer, es mejor que se dedique a otro oficio.
Renato Leduc, en la siguiente entrada: un soneto donde emplea la palabra “culiatornillado”.