Maramín-Ricardo Linares
En nada se manifiesta con más claridad la diferencia entre el senryu y el haiku que en su relación con el tema del sexo. Para el haiku, el sexo casi no existe; para el senryu es algo omnipresente. Hay, en verdad, algunos versos semi-amorosos de Kikaku, Ransetsu, Buson, Kyoshi, pero su monto no es significativo. El senryu se preocupa, sobre todas las cosas, por la relación esencial del hombre con el hombre y del hombre con la mujer. Un gran número de versos tratar el tema de Yoshiwara, no puede obviarse este asunto.
En primer lugar, debido a la influencia del confucianismo, la vida familiar japonesa se había vuelto extremadamente rígida y formal. Entre los jóvenes de sexos opuestos, incluso entre marido y mujer, la relación intelectual o emocional era escasa o no existía en absoluto. A las parejas casadas nunca se les veía juntas, mucho menos en la calle. El único sitio donde un hombre podía conocer a una mujer libremente era en las casas de prostitución. Estos lugares eran de todo tipo, pero muchas de las mujeres empleadas allí eran inteligentes, con dotes artísticas, que habían adquirido, por diversas vías, una educación a la que no tenían acceso sus hermanas más virtuosas.
Además, desde el punto de vista de senryu, Yoshiwara era un lugar donde el sentimiento humano se disimulaba menos que en otras partes. Para el estudio de la psicología humana, ningún sitio podría ser mejor. Esto, claro está, no fomenta una visión muy enaltecedora de la naturaleza humana, pero hay que recordar que las personas no son tan diferentes en uno u otro lugar.
¿Qué será Yosihuara? lo imagino, pero lo investigaré.