Qué castigo me darán los ancianos;
tiempo después de mi ejercicio como poeta,
si los árboles
Tienen la sombra desdentada,
las ramas sepias y retorcidas,
donde no abreva un clarín, una mariposa;
y es el camino que conduce a un edén de ortigas.
Qué diré a mi favor…
Nada… nada… le haré haraquiri al hombre y más al poeta.

