La tierra padece de olvido.
En la balanza ella pierde.
La sembramos de oraciones
de belleza endecasílaba
y puentes que a la lejanía
simulan pájaros petrificados
dispuestos a emprender el vuelo.
El hombre la parásita,
la desnuda, y desequilibra.
Y ella soporta al político,
al inversionista,
al mercader,
al soldado,
al cura;
y hasta los poetas.