La lluvia

Empieza a llover,
la tierra aleteada por las gallinas,
esparce aromas.

Huele a pan milenario
y lo mismo que atrapo,
lo arroparon en su alma,
viejos abuelos.

El olor
me hace cosquillas
en alguna parte de mi pensamiento.

Saber que mi padre llenó su corazón de tierra mojada,
o que a millones de kilómetros,
alguien lo hace,
y que está escribiendo cómo lo hago.

Escribirá que el olor abre el apetito del alma,
o agradecerá a la lluvia que su mal humor
se haya esparcido entre los zacatales de alguna estepa.
No sé, la lluvia me hace niño y abuelo el corazón.

Deja un comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s