He podado mi esperanza,
para que no crezca hasta el cielo.
La quiero chica,
tierna;
compatible con la tierra que me abraza.
Agria como el sudor del obrero,
callosa como la arruga del campesino.
No quiero que trepe más allá.
La quiero pequeña.
Para que la miré el niño,
o la señora
que sin quitarse el hato de leña;
pueda sonreír con la mirada
y decirme:
su esperanza es tan grande como la mía.