Emergencia en el centro comercial.

Escribo para darme el placer. Viejas cosas se convierten en nuevas por la magia de las palabras. Revives, imaginas, inventas o revuelves y das paso a un  ser que volará por las redes y  encontrará un receptor en el  camino. Escribo para darme el placer y si a la vera,  hay un papel brillante, una propuesta imaginativa y  una editorial que no teme, entonces el vuelo  del navegante se  vestira de tinta secular.
 «Emergencia en el centro comercial paga 88» Es el texto que escribí para el libro que recien se presentó en el palacio de  Bellas Artes de la ciudad de Mexico. La idea del antoólogo fue identificar un sinnumero de seres que no son imaginarios , que convivimos con ellos. Cada texto es el resultado de la imaginación y creatividad de cada escritor. La foto que me  hizo llegar  José Manuel Ortíz Soto Ortíz – el realizador de la idea-  fue la de una oruga.  La foto es de Beatríz Hernández, biologa. Este es el resultado:

EMERGENCIA EN EL CENTRO COMERCIAL

Floresencias  brocolianaas brotan del cuerpo verde limón dividido en segmentos por círculos sepia. Al avanzar ladea la pesada testa. Nadie sabe de donde salió, la gente corre de un lado a otro.Parece un tren verdoso que al reptar deja sobre el piso un rastro de gel nauseabundo. Cada vez se hace más grande, tanto que parece que de un momento a otro estallará. Babea y graves hipos la estremecen. » Ya viene en camino la policia» se escucha repetidamente por los altavoces. El gemido se hace mas agudo- parece que llora- Las enormes paredes del intruso se rompen y una luz multicolor levanta el vuelo, perdiéndose en la noche estrellada.

El búho

El búho alisa sus plumas de la testa,  los mofletes y lava su pico antes de dormir. Hoy no saldrá de caza el búho.
La luna canturrea bajo las estrellas.
Y  él, la  acompaña con el tambor de su pensamiento. No quiere disgustarla, sólo desea estar con su recuerdo; cuando pase por su viejo árbol, cantará de pico hacia fuera.
Dentro de él hierven vientos agitando el polvo que el tiempo ha depositado.
Es gracioso y él se da cuenta, que no puede evitar su pensamiento analítico; después expele un silbido que solo escuchan  los vampiros.
No es extraño, es la manera en que los búhos suspiran.
Ha perdido la figura esbelta y por más que alisa el plumaje siempre da la impresión de ser un paréntesis. Nunca está solo, siempre  acompañado por sus pensamientos filosóficos que laten en las sienes de su testa.
Es cierto tuvo amores pasados, que fueron y vinieron como esos chubascos que de un de repente pasan y se van.“Las féminas estorban las cadenas de mi inferencia”, solía decir, luego de un apetito corporal. Sin embargo , se enamoró de una que no tenía cursos, ni recursos y su método de análisis era un champurrado de tonterías.
La veía aletear alrededor de él demostrándole su entusiasmo. Hubo momentos que él sonreía, pero después, ella se hizo insoportable. Realmente no estaba hecho para el dulce y un buen día se alejó y, anidó en otras tierras.
Hoy la recuerda en su vejez y,  comprende que hay fulgores que el pensamiento no puede obsequiar: el método  magnifica la inmensa soledad en que vive.
Él ya no suspira y,  ahora risotea como lo hace la hiena. La verdad es que llora, sólo que disfraza su emoción, pues no es saludable que pierda compostura e imagen y canta alargando el tono como lo hace el bandolón.
La luna pasó de prisa.

CARDENAL DE OJO BLANCO

A la abuela le gustaba vivir en casa de mamá. Por las tardes se mecía en la poltrona y entregada a la sensatez de las horas disfrutaba del viento, de las margaritas en floración y del canto de los pájaros que por instantes les daba por silbar. Había clarines, sinsontes, calandrias, jilgueros y dos cardenales. La abuela Camila se había venido del rancho, -papá la había traído. Primero estuvo con mi tía, en un departamento con todas las comodidades, pero decía: “Veo puro carro y de la ventana solo se miran las azoteas con tendederos de ropa”. Nosotros vivíamos en las afueras de la ciudad, Sigue leyendo «CARDENAL DE OJO BLANCO»

LOS COTORROS

He visto relámpagos horizontales en un zig-zag iridiscente. Creí ver el verde de las naranjas, el amarillo de los crisantemos,
mas por la gritería no pude menos que admirar, que eran parvadas de cotorros que transitaban sobre la ciudad borrachos de vida,
sin respetar el rojo de los semáforos. ni el silencio obligatorio de los hospitales.

EL MURCIÉLAGO LEYENDA

Leyenda tradicional mexicana – Oaxaca Reeditada por Sendero ( Rubén García García )

Hace tanto tiempo,  que sólo Dios lo recuerda, hubo un ser que fue el ave más bella de la creación. Pero fue bella porque Dios lo permitió. En realidad lo llamaban Biguidivela, que significaba en el viejo lenguaje, Mariposa desnuda. Un día, hizo tanto frío que los árboles se arremolinaban para calentarse del viento helado que soplaba del norte y del sur. La mariposa desnuda tiritaba, pues sin ropaje alguno la carne estuvo cerca de hacerse hielo. Días después, cuando el temporal había amainado emprendió un largo viaje. Llegó al cielo y paciente esperó.

Dios en su grandeza le digo:

—¿Murciélago qué deseas?

—Señor necesito plumas como cualquier ave, pues hace unos días casi me congelo.

—Yo no tengo plumas, pero puedes pedirle a tus hermanas aves que te regalen una y de esa manera puedes obtener el abrigo que deseas.

El murciélago contento regresó a la tierra; pero sólo pidió plumas de intensos colores y despreció las sepias y  grises. Tiempo después la mariposa desnuda gozaba de un plumaje hermoso y aleteaba orgullosa con aire de prepotencia. Era tan bello el ropaje que en un vuelo celestial hizo aparecer el arco iris.
Iba a los espejos del agua a admirarse y la humildad se transformó en soberbia, veía a las demás aves con desprecio sin que le importase que otras cualidades tuviesen. Un día le reclamó a gritos al Colibrí por no tener ni la décima parte de su belleza. Cuando el Creador vio que el Murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde al llegar se pavoneó feliz mostrándole al creador su colorido de espejos y de rayos. Aleteó y aleteó, sin poder parar, mientras sus plumas se desprendían una a una, quedando al fin desnudo como antes había sido.

Las gentes de antes dejaron escrito que del cielo llovieron plumas por más de un día y una noche de colores sublimes. Desde entonces el Murciélago permanece hasta nuestros días desplumado y obligado a vivir en cuevas. También Dios lo hizo perder la vista, para que no distinguiese los colores que brotan cuando llueve y el sol aparece y nunca recuerde el plumaje espléndido que alguna vez tuvo y perdió.

LA MARIPOSA FEA

CUENTO FINALISTA
http://www.waece.org/catedra/webcuentos/lamariposafea.htm

Era una mariposa fea. Tenía colores pardos y soltaba una pelusilla gris cada vez que se posaba en una flor. Volaba como si tuviese un ala rota, en tanto las amarillas lo hacían como breves fogatas sobre las olas del mar. Oculta tras un viejo árbol veía con admiración la fuerza interior de las monarcas; a ella le dolía el ala cuando volaba:

reumatismo juvenil, -le había dicho su mamá, -es cosa de familia. Por tal razón, hacía paradas frecuentes y eso molestaba a las flores pues manchaba sus pétalos con su pelusa gris. Esa mariposa tiene mucha caspa, -cuchicheaban entre si. Cuando ella se enteró dejó de hacerlo y se guareció en el viejo cedro.

Tiempo después, las flores se volvieron pálidas y una masacre de arrugas les llegó de improviso. Algunas en silencio padecían la vejez, otras sollozaban al verse ajadas y polvosas.

La mariposa fue hacia ellas y aún así tuvieron fuerza para decirle «llévate tu caspa a otra parte.» Pero una flor infante, le dijo: acomódate a mi lado y cuéntame de la vida,
pues mi aliento se escapa y no conozco el mundo.

Le habló de la montaña, del viento, de la alegría del pájaro y del viejo cedro donde lloraba.

-Sigue contándome, -musitó la niña flor…

Los días siguieron como los caballos que trotan en la pradera, como la gota que rueda por el fruto, llovía pelusa gris sobre la flor. Hasta que un día pidió que la peinara y la mariposa vio que la luz había llegado de nuevo a sus pétalos…
La flor sonrió:

”Quédate conmigo y abrígame. Me has quitado la pena, y me has obsequiado el deseo de mirar las puestas de sol, y escuchar el clarín»