La catástrofe en Poza Rica y la región (4)

UNA SEMANA PREVIA A LA CATÁSTROFE DEL RÍO CAZONES (cuatro) Por Rubén García García

Para un terremoto, apenas contamos con segundos para protegernos; para los eventos meteorológicos, con días.

El Servicio Meteorológico Nacional había identificado lluvias intensas desde el 6 de octubre. En los mapas, todo el estado de Veracruz aparecía teñido de rojo: una advertencia clara que no se tomó con la responsabilidad que merecía.

Era el momento de sembrar conciencia en la población, de informar y persuadir sobre el peligro que se avecinaba. Las zonas más vulnerables —las que viven a la orilla de los cuerpos de agua— debieron ser alertadas con prioridad. El mayor de ellos, el río Cazones, había comenzado a mostrar su fuerza contenida.

Se dispuso de una semana completa, siete días que debieron aprovecharse segundo a segundo. Era tiempo suficiente para que Protección Civil, en coordinación con las dependencias municipales, estatales y federales, planeara la estrategia más eficaz en caso de desbordamiento del río o de sus arroyos.

No es necesario enumerar todas las acciones posibles; el objetivo esencial era proteger la vida, evitar epidemias y garantizar que la comunidad pudiera volver a la normalidad en el menor tiempo posible.

Toda campaña de prevención y educación para la salud tiene un costo, pero cuando logra su propósito —hacer consciente a la población— el beneficio se multiplica. Si la gente entiende el riesgo, coopera; si no lo entiende, la tragedia la sorprende.

Y eso fue lo que ocurrió.

El río saltó de su cauce en la madrugada, cuando la ciudad dormía.

Si esto fuera una guerra, podríamos decir que el enemigo nos tomó mal preparados y dormidos.

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