Misantropía por Rubén García García

Sendero

No he querido aniquilarte, porque eres única en este mundo. Mi admiración por ti me obliga a respetarte. En las noches de perversidad, te observo con mirada profunda y manipulo tus ácidos, haciéndote más letal. Mi alma tiembla al saber que un solo error podría serme fatal.

Tal vez algún día, mi odio hacia la humanidad te conceda la libertad de anidar en su sangre. Bastaría con dejarte en algún aeropuerto y, quince días después, brotarían tus vesículas negras en cuerpos hediondos, supurando pus y muerte.

Por hoy, Variola, descansa. Yo también lo haré.

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