Sendero
Los cojines de terciopelo combinan con el tono de las cortinas. En las esquinas, lámparas altas se alzan como torres. En las estanterías, los muñequitos de porcelana son limpiados meticulosamente. El reloj da las campanadas cada hora y, en la última, algo parece desprenderse del cuerpo del tío, dejándolo como un globo arrugado. ¿Acaso duerme? Da la sensación de que se muere… pero no. Día tras día, posterga la consumación de lo inevitable.
los herederos, llegados de todo el país, para matar el tiempo organizan loterías y apuestas en las que se enfrentan una mantis y un alacrán venenoso. Con el paso de las semanas, y ya aburridos de esperar, empiezan a irse, uno por uno.
El tío está aferrado a la vida, dijo el último familiar.
Tiempo después, se enteran de que la enfermera que lo cuida ha avivado en él los deseos de vivir. Cada vez que ella le da sus medicinas, el tío se aferra a su talle y su mirada se hace globosa.

