Sendero
Ella se adelantó. Ambos sabíamos a qué íbamos. Detrás, veía su caminar, los madroños de su cuerpo, el agua de ella que parecía bailar un danzón. Coincidimos en el tiempo en el espació y en el deseo. Dejamosel olor a yodo, el cotilleo de las secretarias y respiramos el ronroneo y el paisaje de la bunganvillas entreveradas en la carretera.
«Cuantas noches imaginé que estábamos así, y ahora siento que es un sueño. Mi gemela me decía: “crees que no me he dado cuenta que se te va la mirada cuando miras al primo, ¡deja de fantasear!».
Dejamos de besarnos, no por hastío, sino por dolor. No hubo segunda vez.
En una ocasión conviví con ellas, eran idénticas, al verlas no me atreví a investigar con quién estuve y preferí defender el recuerdo de su lunar escondido.

