Deseos por Rubén García García

sendero

Hace una semana servía la comida a los vaqueros. Sus manos grandes y callosas parecían pinzas. Vi un brillo en su pupila y casi derramo la sopa al sentir su mirada. En la cena me hizo una seña: cerró el puño y lo balanceó, al tiempo que penduleaba su cabeza; algo que solo yo podía entender.

Tocan quedo. La noche es oscura y fría. Él es el novio de mi tía. Es algo parecido al miedo, pero no es miedo. Es miedo y deseo entrelazados, un anhelo que me aterra y me atrae. Es la tercera vez que lo escucho. Tiemblo y las piernas no me obedecen. Me muevo con torpeza; entreabro la puerta.

Ya no está. Pero su presencia sigue aquí. El olor a campo y sudor agrio, el peso invisible de su sombra. Afuera, en la oscuridad se oye el cacaraqueo de las gallinas que duermen al fondo del patio y en la lejanía el relincho de un caballo.  Mañana saldrá muy temprano a dejar un hato de ganado, y regresará por la noche. Y sé que volverá a tocar.

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