Sendero
No supo ni cómo el berraco se había metido entre sus piernas y lo llevaba hacia la pista de baile. Poco antes, un cólico filoso le avisó que ya no había tiempo. ¿Un retrete en aquel pueblo perdido?
Llegó por la mañana en la avioneta. Lo esperaba el comité de padres y el director de la escuela. Comió como nunca había comido. Por la noche, alumbrados con una planta de gasolina, se daría un baile y lo presentarían como el nuevo maestro.
«Busque un lugar oscuro y tenga cuidado con los puercos», le dijo el director, y le dio un rollo de papel y su lámpara de mano.
Tres cosas coincidieron: un trueno rugidor, las ventosidades de una panza en apuros y un cerdo come mierda. Ahora el enorme animal lo llevaba con el trasero descubierto hacia la pista. Lo paseó al son de los gritos de las mujeres y se perdió en la noche.
Muy de mañana, sin que nadie lo viera, partió del pueblo

