Sendero
Zarandeaba sus rizos castaños y la blusa parecía un globo que se comía a bocanadas el aire. La falda enredaba su silueta de garza en vuelo. ¡Me llevó tan lejos!, cuando, ya mis manos rozaban su cabello, se perdió en el murmullo aneblinado del mar.
En el patio de la quinta ladró la perra. Contemplé la alborada, no tardaría el sol en mostrarse y yo y mi sueño en desaparecer.

