Sendero
Después de bañarnos subía mis piernas sobre su regazo, con habilidad masajeaba mis ples, cortaba mis uñas, y retozábamos hasta la media noche.
Un día, furiosa me gritó diciendo que la engañaba y blandió el machete. La desarmé. Sucio de ira, de un golpe le cercené la cabeza.
Me di a la fuga… ando a salto de mata. Tengo los dedos hinchados y el dolor se abre cuando tropiezo.
¡Nadie como ella! Tenía una mano de santa para restaurar mis pies.

