sendero
Fue la noche del 31. Cenábamos en el balcón en silencio. A lo lejos escuché una bandada de truenos, que eran tartamudeos de una Ak47. La bala en su caída lo encontró y en la primera hora del nuevo año me convertí en viuda. Quedó con sus manos caídas y la cabeza ladeada como manecilla de reloj que se ha quedado sin cuerda. Brindé a su lado por el nuevo año que inicia; y seguí degustando el postre de zarzamora. Mañana será un día agitado, me dije, y antes de hablar al teléfono para reportar, me recosté en el sofá.

