Un día como tantos de Rubén García García

sendero

En el patio solo lucía el silencio. Un patio que le habían prestado. Los pocos dineros los había invertido en comprar pollitos y criarlos. Se hicieron robustos, dejó uno para gallo y los otros entre la venta y la comida se fueron acabando. Ayer se fue el gallo, lo cambio su marido por una botella de aguardiente. El niño lloraba, se sacó la teta y le dijo «anqué sea chupa el cuerito». Hasta la cocina llegaban los ronquidos de perro viejo. Era mejor; despierto pedía de comer y si no había la jalaba de la trenza. «busca con los Martínez, y pregunta si no tienen ropa sucia » Solo había pasado más de un año y la criatura pedía. Recordó que había escondido un billete. Con el podían vivir una semana a lo más. El esposo resollaba como si tuviese una olla de tamales hirviendo. La vieja maleta estaba oculta debajo de la cama, así que solo tomó a la cría y salió sigilosamente hacía la terminal de autobuses. Irse con su madre, para qué, si ella la corrió cuando supo del embarazo. Tenía la dirección del novio que despreció. ¿Qué era el orgullo? Ma, ma, ma. Lo apretó contra su pecho y subió al autobús.

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