El despiernado y el niño

Sendero

Me desperté sin piernas, si acaso dos muñoncitos. Repté hasta la patineta de mi hijo y salí a buscar mis piernas. Un chamaco se subió y pese a mis protestas me dijo que si quería mis extremidades habría que ir a buscarlas. Era un experto, así que recorrimos la ciudad y ya en la desesperanza salió del circo un sujeto que llevaba a la basura unas piernas. No me encajaban tan bien por ser de mujer. A fuerza de insistir, pude caminar y el niño de la patineta se fue.

Al transitar me chiflaban y a gritos decían «¡Qué guapa estás mamacita!, ¡qué buen trasero tienes!» Al pasar por el espejo vi que las piernas venían con sus respectivas nalgas, que seguramente pertenecieron a la edecán del mago. Entré en depresión. Llegó de nuevo el niño a devolverme la patineta. «¿Qué tal, puedes caminar bien? ¡oye, pero qué nalgotas tienes!» Exploté con gritos diciéndole que era mejor no tenerlas, que muchos querían tocar mi culo, qué era mejor morirme. El niño, me dijo: «no seas bruto, tendrás que hacer arreglos en tu vida, ni duda cabe, pero de lo perdido lo que aparezca» y se fue dejándome solo.

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