Sendero
Mamá, yo recuerdo que mi abuela era delgada con su cabello negro trenzado y bien ordenado y por sus brazos correosos tenía un enramado de venas cuando apretaba su puño. ¡Claro que sí!, así era. Ella, dos veces por semana se iba con su bote a comprar leña por la bocana del río. A mi mamá no se le dificultaba nada, a los varones que crio los traía cortitos y ¡ay! de aquel que le rezongara. Era dura, muy dura, pero nos enseñó a trabajar y a respetar lo ajeno. Era delgada y hábil para manejar los rápidos, cargar la leña y regresar a casa. Pendiente que tuviéramos la panza llena y el sueño a flor de ojo. Siempre se aseguraba de que el pabellón estuviese bien para evitar que fuéramos alimento para los moscos. Era la primera en levantarse y lo sabíamos por el sonido de los trastes y el olor del café. Los gallos cantarían después.

