sendero
La bruja del barrio de Rubén García García
Revuelcan los olores de fritangas, música y luces de color. Ella camina con caderas de danzón. Calza un vestido que no esconde la sinuosidad de su cuerpo. Lo sabe, y sonríe. Busca un varón, un macho alfa.
Sabe que la siguen, se da la vuelta y sonríe. Se miran, se entienden y acuerdan ir a un privado.
La mañana llegó abrupta, la mujer con caderas de danzón ya no estaba. En el baño había un drama. Un grito implosivo, el alfa tomó conciencia que no tenía a su amigo. Para orinar tuvo que sentarse.
Mueve la cabeza, se dice que es una pesadilla. El tiempo le dice que no, que es ahora una mujercita.
Tiene dos opciones: matarse o aceptar lo que ya es, generalmente pasa lo segundo y al tiempo algunas se convierten en lesbianas, otras, transforman y subliman su realidad y las encuentras como excelentes muchachas que disfrutan del retozo y que luchan por conseguir un trato igual al de los varones. Defienden lo que antes tanto asco y odio les causaba.

