El cerdo de la plaza de Rubén García García

Sendero

El carnicero arrea al puerco grande, lo fuetea con una vara para que siga caminando. Apenas si puede, es tanto su peso que parece ahogarse si da unos pasos hacia adelante. “¡déjalo descansar!” grita una señora. ¡Solo finge! Y vuelve a golpearlo. Tal vez no simula, en realidad le duele que su vida se acabe a la vuelta de la esquina. Mañana es la plaza y la gente pedirá, como todos los domingos, cueritos a medio cocer y chicharrones.

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