Las noches del hubiera de Rubén García García

Sendero

Nunca comprendí cómo es que decías quererme y en tu carta me dices: “…lo mejor sería que te propusieras objetivos nuevos”. Por la noche dije: ¡es qué esto, no puede decirlo ella!, y movía la cabeza, como las marionetas estúpidas que encuentras en los mercados de vecindad. Entonces, cerré el libro y acepté de una vez por todas, que lo que escribiste era una indicación de que la complicidad se había roto.

Han pasado veinte años y cada quien rehízo el camino. No sé de ti, pero más de alguna noche me da por pensar en el hubiera; aunque bien sé que el hubiera no existe.

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