La duda, (entrega 5) o anotaciones de una adolescente.

sendero

Me olvidé de las miradas sin mirar, de las libretas, las cartas y lo único que hice fue adquirir un pizarrón que sobrepuse sobre la puerta recién descubierta. Estaba a pocos días de los exámenes finales.
En mis años de escolar dejé el ballet por las artes marciales y el atletismo. Ambas me preparan física y mentalmente. Nadie sabe cuando tienes que enfrentar o correr. Mi madre me reprochó por dejar la danza clásica. A mí me preocupaba no saber cómo defenderme. Todos los días la violencia se ha incrustado como un hongo y se le mira como parte de la realidad. El atletismo era para disfrutarlo, nunca para romper marcas. Es hermoso trotar por las mañanas en el estadio o ir por una ruta sombreada y ser acariciada por el viento con los aromas de la hierba e ir percibiendo como el sudor corre por tu cuello, como chilla tu respiración en alguna cuesta y sentir que vuelas cuando desciendes de alguna loma. Es tambien una forma de platicar contigo misma.
Mi madre pegó un grito cuando le dije que deseaba entrar a una secundaria del gobierno. Ella pretendía inscribirme en una escuela religiosa. Me opuse con las fuerzas que posee una escolar, por fortuna mi padre me apoyo (no ve con buenos ojos a los curas) e ingresé a una escuela que recibe apoyo del gobierno, y el alumnado da una mesada y contribuye con los servicios de computación. Es una escuela que me queda cerca de mi domicilio. El edificio constantemente se remoza, hay limpieza y posé canchas deportivas y diferentes talleres. El alumnado es mixto. Hombres y mujeres compartimos el salón.
Mi primer novio fue un muñequito de pastel. Siempre bien prendidito que no dejaba de hablar de los juegos del pc y un especialista en marcas de carros. Los únicos besos que recibí fueron en mi frente y osadamente de vez en cuando me daba uno en la mejilla. Cuando terminaba de contarme de sus temas favoritos, que siempre eran los mismos, se le metía la mudez. Me aburrí y di terminada la relación. Poco después conocí a Andrés, un moreno simpático con habilidades en tocar varios instrumentos. Fue el grupo musical a dar un concierto de rock, y una amiga en común nos presentó. Reconozco que el me enseñó a besar, a sentir que mi piel se enchinase cuando sus manos caían por mis caderas o rozaba mis pezones. No se anduvo por las ramas, me dijo que yo lo excitaba mucho y deseaba llevarme a la cama. Intuía que yo era facil y quizá pensó que le diría que sí. Lo peor de él lo supe por el mismo, me contaba algunas intimidades de sus novias. El hombre puede tener muchos defectos, pero ser chismoso es el peor. Así que lo corté, antes de que me anotara en su lista.
Deje el diario que me regaló mi madre de tal manera que si alguien lo quitara de su sitio me daría cuenta. Por la tarde, madre me preguntó si ya había escrito algo. Le dije que no, que no tenía idea de cómo hacerlo. “Yo recordaba lo que me sucedía y en mi cuaderno apuntaba la idea y luego en el diario la desarrollaba. De esa manera me obligue a escribir. En un principio fue difícil, pero con el tiempo se te hace hábito”. Me dijo mi madre. Regresé a mi dormitorio, observé que mi diario estaba en el mismo lugar, pero no como lo dejé. Madre estuvo en mi pieza. “Lo que tengo que esconder ya no se encuentra aquí”.
Tomé mis libros y fui a mi estudio.

“Tengo deseos de dormir con él, con mi desconocido, ver que bosteza, que se le cierran los ojos después de intimar varias veces y quedar exhaustos. Sentir que me rodea con su abrazo, y con la yema roza mis pechos, o que enlazo mi mano a su mano y a la luz del velador dormimos como una pareja que disfruta del momento. Verlo dormir, hacerle caricias mientras sueña. Antes de que abra el día me reacomodo, para sentir su mano que recorre mi cadera, baja a mis muslos y me acerca a su vientre. Me hago… y lo dejo. Me besa la nuca, los hombros. El hueco de su mano se llena con el pómulo de mi pecho. Si continúa no podré simular que me hago la dormida, mucho menos ahora que tengo entre mis piernas un fuste que me altera. Su boca es una nave que ondula en mi cadera, y rueda por mi vientre. No puedo fingir más, me quito la máscara, desabotono la bata y me entrego a esa divina búsqueda de explorar con labios y yemas todos los escondites de nuestro cuerpo. Si bien el orgasmo es el instante que teniendo entre las manos un ave la dejas en libertad. También te vas con el ave. asciendes explotas y te haces lluvia.
Preguntaría, ¿esto es lo que llaman el mañanero? Sé que estoy en mi dormitorio, sola. A lo lejos un gallo citadino canta y muerdo la sábana, mientras mi mano está cerca de terminar su quehacer. Escucho mis gemidos. Aflojo mi mandíbula, me destenso y vuelvo a mi almohada dispuesta a dormir».

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